sábado, 20 de abril de 2024

Viaje literario al sur de Granada: en busca de las huellas de Gerald Brenan

¿Qué tiene un pueblo perdido como Yegen para atraer el interés de un refinado escritor inglés? En su famoso libro Al Sur de Granada, Brenan describía unas condiciones de vida extremadamente duras. Con caminos peligrosos. Con una pobreza atroz. Con una población ignorante y un esquema caciquil. ¿Qué demonios fue lo que enamoró a Brenan de Yegen, Válor, Órgiva y tantos otros pueblos alpujarreños? Sólo había una respuesta correcta: habría que ir a Yegen a comprobarlo.

Yegen. No sé cuántas veces tuve que releer el nombre del pueblo para que se me quedara grabado en la memoria. No es que sea tan difícil de recordar, pero para mí era sencillamente un nombre vacío y sin sentido. Y ahora, en cambio, ya veis: estoy sentado ante el portátil iniciando, en el mismo Yegen, un relato sobre ese lugar inhóspito. De escritor a escritor, os confieso que lo que realmente llamaba mi atención es la historia de Gerald Brenan, un escritor inglés que en los años veinte decidió perderse en un pueblo minúsculo de las montañas granadinas, a tiro de piedra de Almería.

Una carretera bien asfaltada atraviesa el pueblo por la parte alta. El trayecto dura menos de un kilómetro, suficiente para pasar junto a un rústico punto de información, un par de fuentes de agua fresca, dos bares con sus respectivas terrazas a la sombra, la casa-museo dedicada a Gerald Brenan e incluso un parque con bancos para sentarse a disfrutar de las vistas de la sierra. Sólo hay un pequeño problema: en el punto de información no hay información; las terrazas de los bares están vacías y, si quieres visitar la casa-museo, primero tendrás que adivinar cuál es. Suponiendo, claro, que antes ya supieras que esa casa existe. En resumen: de Gerald Brenan, el hombre que puso Yegen en el mapa, ni rastro. Tampoco en Internet: no hemos encontrado una dirección, ni un teléfono o mail de contacto, y mucho menos unos horarios de visita.

Primeras pistas

Así que decidimos hacer una incursión en el pueblo, lanzándonos calle abajo en busca de alguna pista –creedeme si os digo que ‘lanzarse’ es el verbo más adecuado para este pueblo desplegado por el valle desafiando las leyes de la gravedad–. Una pronunciada rampa nos lleva directamente a una placita con una encantadora fuente de piedra. Se llama La Fuente de los Tres Caños. A pocos metros, un cartel anuncia el nacimiento del río Yegen. Al lado de la fuente, por fin, nos topamos con la primera referencia a ‘Don Geraldo el Inglés’: se trata de un cartel con una pequeña ruta local que, al parecer, evoca uno de los itinerarios frecuentados por Brenan.

Bien, algo es algo.

Como el calor aprieta, parece una buena idea entrar en el bar a tomar algo. Pedimos algo para refrescarnos y le preguntamos al dueño del bar por la ‘casa del inglés’.

– Tendrás que pedir la llave en el Tinao – me responde.

– ¿El Tinao? – repito, desconcertado.

– El bar de al lado – responde, amable –. Tienes que pedir la llave porque la casa está cerrada. No sé por qué no han puesto un horario de visita ahora en agosto, que podría traernos visitas al pueblo, y eso.

Yegen, ajena al turismo literario

En los pueblos de la Alpujarra es frecuente cruzarse con turistas, muchos de ellos ingleses. Las aventuras de Brenan calaron hondo en muchos de ellos. Pero en Yegen viven absolutamente ajenos, al menos en lo que se refiere al turismo. Tal vez sea bueno, después de todo. ¿O acaso no renegamos todos de las rutas precocinadas que no dejan lugar a la sorpresa? Porque sorpresas, aquí, las habrá…

Antes de emprender de nuevo el camino de subida hacia la carretera, aprovechamos para pasear por las calles del pueblo. Todas las casas lucen paredes blancas, algo deslucidas por el suelo de cemento gris. Aun así, Yegen puede presumir de un aspecto bastante apetecible.

Aún no hemos recorrido cincuenta metros cuando encontramos el que debería ser el gran atractivo de Yegen: la casa donde vivió Brenan. Está en el número 30 de la calle Era del Cáñamo. No hay ningún cartel que anuncie visitas ni una tienda de recuerdos. Encontramos, eso sí, una cerámica conmemorativa colocada hace casi treinta años, en enero de 1982.

Para un turista curioso, éste sería el principio y el fin de la ruta turístico-literaria. Una foto junto a la placa en cuestión y fin de la historia.

Una vez hallada la casa-no-visitable, nos queda localizar el museo-no-visitable. En cinco minutos nos plantamos de nuevo ante la puerta de la antigua fonda y nos dirigimos a El Tinao dispuestos a pedir la llave. Pero, oh, sorpresa, alguien se nos ha adelantado. La puerta está abierta y, en el zaguán, una mujer da el pecho a su bebé. Así que sí hay rastro de turismo.

La Casa-Museo Gerald Brenan está en el número 6 de la carretera que atraviesa Yegen de extremo a extremo. En su día, este caserón con extraordinarias vistas de Yegen fue una fonda; la fonda donde se alojó Brenan antes de alquilar la que sería su casa. Así que, para ser exactos, ésta es su primera casa; la que le permitió tomar contacto con Yegen.

El bueno de Brenan no tenía ni idea de que había tomado ya su primera decisión importante: iba a pertenecer al Barrio Alto. En Al sur de Granada, Brenan ironiza, algo desconcertado, sobre la tremenda importancia que tiene para los lugareños vivir en uno u otro barrio.

La habitación del Brenan-escritor

Penetramos en la casa y chafardeamos en las diversas estancias. Las paredes están repletas de fotografías de épocas pasadas, muchas en blanco y negro, y algunas de las habitaciones se han utilizado como improvisadas salas de exposiciones para artistas. Se nota que la casa es más bien un museo de Yegen, y no tanto de Gerald Brenan.

Como venimos de Taller de Letras, lo que nos interesa es su hábitat como escritor, así que subimos las escaleras con la intención de encontrarlo. ¿Cómo escribía alguien varios cientos de folios en un entorno rural como el de Yegen en los años veinte? La respuesta nos espera tras abrir una puerta. Es una habitación pequeña, con un escritorio precario situado frente a la ventana. Una humilde silla de madera y mimbre completa el mobiliario. Esta modesta habitación se convirtió, para Brenan, en una privilegiada atalaya. No es que viera Yegen desde arriba en sentido figurado: es que literalmente dominaba las vistas del pueblo.

Tras pasar unos minutos en el lugar de trabajo de Brenan y tomar algunas fotos, abandonamos la casa-museo con la sensación de haber cumplido un objetivo. Eso sí, señores del Ayuntamiento de Yegen: ¡pónganselo más fácil a los lectores que se decidan a visitarla!

Texto y fotos: A. Vázquez
Fuente:tallerdeletras.com


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